QUIERO HACER MEDICINA ESTÉTICA

Categoría:

TIPS

15 de agosto de 2025

Somos un todo

No es un cliché.
Esto que te voy a contar lo leíste mil veces, pero si le resuena a una sola persona que lea esto y puedo acompañarla a que vea algo nuevo, me voy a dar por realizada (aunque probablemente nunca lo sepa… y está bien así 😅). Eso sí, tampoco quiero aburrir a nadie, si solo querés leer qué necesitas para dedicarte a esto andá al título más abajo COMENZAR EN ESTÉTICA.

Hay una frase que siempre me acompañó: "Cuando el alumno está preparado, aparecen los maestros". Así que, si justo es tu caso, prepará el mate, porque allá vamos.

En medicina estética, el sistema está armado para que trabajes solo. Claro que se puede trabajar en equipo… pero ahí aparece el gran problema: muy pocos saben liderar un equipo de médicos sin que todos quieran huir. Las sociedades son complejas y, desde que arranqué, solo veo una constante: problemas y sociedades que se desarman.

¿Por qué?
Porque hay pocos médicos que hayan hecho trabajo personal. Me refiero a terapia psicológica, coaching o cualquier herramienta que te ayude a conocerte. No hay vuelta: somos uno.

¿Querés que te vaya bien en los negocios?
Andá a conocerte. Tu relación con el dinero es solo una más de las relaciones de tu vida.

  • ¿Estás conforme? Perfecto, seguimos.

  • ¿No lo estás? Cambiá. Así de simple.

No lo pienses más. Pensar está sobrevalorado cuando lo único que hacemos es dar vueltas. Las decisiones importantes se analizan, claro, pero en mi método hay un filtro muy básico:

  • Resultados positivos: sigo.

  • Resultados negativos: algo tengo que cambiar, me guste o no, sea cómodo o no.

Y hay algo que siempre me repito: No quiero ir en contra de mis intereses.
Si del otro lado de la incomodidad hay algo bueno para mí… ¿cómo no voy a ir? Si tengo que transitar dolor, lo hago. Si tengo que pasar vergüenza, también. No es porque sea de Aries (o tal vez sí 😏), es porque quiero estar mejor, quiero estar orgullosa de mí misma.

Esta es la historia que me cuento: no hay bien o mal, somos bichos jugando una partida que se llama vida. Desde que vi Matrix a los 7 años, me replanteo el escenario todo el tiempo.

Y parte de esta mirada es lo que me ayudó a construir un negocio rentable. Porque, aunque no sea la parte más instagrameable de la medicina estética, es la que sostiene todo lo demás.

Los papeles

Yo tengo la especialidad en Medicina Estética por la UBA.

¿Es necesario ser especialista para ejercer medicina estética?
No. El único título habilitante en Argentina es el de médico. Después… depende de la ética de cada profesional meterse en una rama que puede desconocer muchísimo.

¿La especialidad me dio los conocimientos que tengo hoy?
Tampoco.

Cuando yo cursé, no había un programa claro ni un orden académico sólido. Era una especialidad con un sueño enorme, un proyecto en construcción… y yo decidí seguirlo un tiempo. Nos llamaban “residentes” aunque nunca nos dieron un título de hospital. Y, sí: nosotros pagábamos.

Más tarde me llamaron “jefa de residentes”, después “instructora” y, por último, me dieron un cargo en el hospital… que tampoco era realmente un cargo formal en el servicio de medicina estética. Era un puesto que no iba a poder usar en ningún currículum. Entiendo que tal vez era la forma de hacer crecer el servicio en cuanto a sus “cupos”, pero yo no estaba dispuesta a sacrificarme por un sueño que quizás ni siquiera llegara a ver concretado. Ya había invertido mucho tiempo… y seguía sin papeles de nada.

No reniego de mi pasado: entendí siempre que era un sistema en construcción. Me sirvió para dos cosas que valoro muchísimo:

  1. Aprender a manejar grupos grandes (muchas chicas a cargo).

  2. Descubrir mi pasión por la docencia.

Dos habilidades que quizá hubiera desarrollado en años… y ahí las aprendí en modo intensivo.

¿Cómo hice mi experiencia?

Sola.
El examen más difícil es cuando estás frente a un paciente y no hay nadie más que te acompañe. Ahí sale todo a la cancha.

Siempre fui muy segura de lo que hacía. No “practiqué” con pacientes, porque ya sabía hacerlo: conocía la técnica, qué esperar, qué variables controlar. Lo único que no sabía era el resultado final (nadie lo sabe la primera vez), pero tenía claro que no iba a dañar.

Soy cauta, desconfiada.
Si ofrezco algo, es porque estoy convencida de que es bueno. Si no, hago otra cosa. No le debo nada a ningún laboratorio, nadie me obliga a atender a nadie. Duermo tranquila.

Entonces… ¿Por qué hice la especialidad?

Me recibí con 24 años en la UBA.
Un año lo dediqué a trabajar y, con 25, empecé un posgrado en la UBA (sí, muy chica y muy UBA 😏). No es que tenga algo en contra de las universidades privadas —de hecho, hoy sigo estudiando en la Universidad del Salvador—, pero la UBA me dio oportunidades que de otra manera no hubiera tenido.

En ese posgrado me di cuenta de que quería dedicarme a la estética… y era muy joven. Podía estar 40 años en el mercado tranquilamente, así que mi idea fue conseguir los títulos más oficiales que pudiera.

Con el diario del lunes, recomiendo esta opción solo a quienes tengan mucho tiempo disponible y puedan prescindir de ingresos durante tres años. El tiempo es finito: lo usás para formarte, para conseguir papeles o para hacer crecer tu negocio, porque lamentablemente muchos creen que esos papeles traen inexorablemente consigo un conocimiento, una formación… y no siempre es así.

Comenzar en estética

“Buenísimo, Lu: ya entendí qué papeles sirven, que la formación se construye como un rompecabezas… ahora: ¿cómo arranco?

Hay dos caminos:

  1. Arrancás sola y creás tu visión de consultorio de medicina estética.
    Útil si tenés (o estás dispuesta a desarrollar) habilidad comercial y criterio de gestión.

  2. Trabajás para un centro ya armado.
    Ideal para aprender el negocio desde adentro sin cargar con todo el riesgo operativo.

Primero: entendé el negocio

Hago un parate, porque acá es donde fracasan todos: creen que por saber medicina estética pueden abrir un consultorio y que “les va a ir bien”. No.

Saber anatomía, toxina y fillers no es saber de adquisición de pacientes, precios, flujo de caja, turnos, márgenes, experiencia del paciente, ventas y seguimiento. Son dos dimensiones distintas. Si las mezclás, se quema la torta.

Y hago una fe de erratas: no tengo ningún título en economía, finanzas o administración de empresas. No me las creo todas, ni loca. Estoy en constante crecimiento y sé que no crecí más porque no supe cómo. Es mi camino del héroe. Estoy conforme con dónde estoy y no tengo que llegar a ningún lado.

Parte de mi aprendizaje más fuerte hoy está en disfrutar el camino. Como te conté, soy resultadista… y es difícil disfrutar midiendo resultados.

Si trabajas para otro

Vas a aprender:

  • Gestión de pacientes.

  • Manejo de turnos.

  • Resolución de problemas a nivel consultorio.

  • Trabajo en equipo con pacientes.

  • Qué tratamientos tienen mayor demanda.

  • Cómo hacer promociones.

  • Cómo comunicar sobre el rubro.

  • Cómo incorporar técnicas o servicios nuevos.

  • Uso y gestión de insumos, materiales y productos.

  • Contacto con proveedores y vendedores de distintas marcas.

  • Y, si tenés suerte, el lugar incluso te acercará a un congreso o capacitación por ser parte del equipo.

Esto es lo que deberías ir a buscar. Es la opción lógica.

¿Por qué yo no lo hice?

Porque ya había trabajado para otro en estética. No en un consultorio médico, pero sí en algo similar durante todo un año. Nos obligaban a vender tratamientos de los que ni siquiera sabíamos si ofrecían resultados, y vi cómo pedían a otras chicas que simularan que un equipo funcionaba cuando en realidad no lo hacía. Era vender a toda costa, y me dio asco. Después trabajé un mes en un centro de estética famoso, con varios locales, donde tiraban las agujas en botellas y las cosmetólogas manejaban la luz pulsada en lugar de las médicas.

Ahí llegué al hartazgo y pensé: “Bueno… si lo quiero hacer bien, lo tengo que hacer sola”. Evidentemente, el mercado está corrupto. Y digo el mercado, porque la medicina estética no tiene la culpa. Al fin y al cabo, la responsabilidad médica es mía. Nadie me puede obligar a nada… aunque, ojo, muchos médicos creen que están obligados.

Si estás leyendo esto y te reconocés en esa situación: ¡salí de ahí, maravilla! Estudiamos demasiado como para que alguien que no tiene idea de lo que hacemos nos obligue a actuar en contra de nuestros principios. Las recomendaciones constructivas siempre son bienvenidas, y el médico no tiene la verdad absoluta. Sé que muchos han tenido experiencias nefastas con médicos prepotentes y pedantes, pero haceme un favor —y hacételo vos también, en pos de crecer—: no generalices. La medicina es una carrera más, con muchísimas médicas y médicos, y no todos somos iguales.

He visto a tantas médicas atravesar estas situaciones que hoy quiero ser esa pequeña voz que cuente su historia. Vuelvo: el médico no es dueño de la verdad, pero la responsabilidad siempre es de quien atiende. Y a un médico no se lo puede obligar a tomar un acto médico que no quiere.

Creo que con esto soy clara sobre la realidad que viven muchas médicas (y lo pongo en femenino porque somos mayoría) en CABA. Además, nuevamente: trabajar para otro no es garantía de conseguir todos los beneficios ideales de los que te hablé antes. ¿Y qué va a pasar? Vas a seguir posponiendo tu sueño y tu negocio.

Quiero dedicarme a esto. Al final te cuento qué determina que puedas ejercer o no esta rama de la medicina

Desde que arranqué este texto te cuento mi opinión sobre el tema. Así que, por favor, sensibles: controlarse.

Podés ser tu propia jefa sin personal a cargo. Al comienzo, vas a hacer todo: atención, gestión, comunicación. ¿Qué necesitás? Una oficina, habilitarla y listo. Que comience el juego.

¿Tenés una inversión bajísima? No hay problema: necesitás cubrir el alquiler de la oficina, los servicios, la gestión de residuos patológicos y unos descartables muy baratos.

Acá la clave es saber hacer lo que querés hacer. Podés tomar una capacitación integral, tipo posgrado, o especializarte solamente en un tema. Y ojo: acá es donde muchos pierden visión. No es lo mismo un médico que solo sabe aplicar toxina y rellenos que aquel que entiende los diferentes aspectos de los tratamientos de medicina estética: indicación, mecanismo, combinación, tiempos biológicos, manejo de complicaciones y límites.

Tengas o no el equipo, tengas o no el producto, necesitás entender. Yo, por ejemplo, hoy no tengo un láser fraccionado de CO₂, pero entiendo la tecnología, sé aplicarla, sé a quién le conviene y cómo integrarla con otros procedimientos. Si veo a un paciente con una complicación, seguramente pueda imaginar si fue o no consecuencia de ese tratamiento. La información es poder: cuanto más sabés —aunque decidas dedicarte solo a toxina—, mejor va a ser tu atención médica.

¿Y ahora? Ahora arranca otro mundo: la búsqueda de pacientes. Te adelanto que este va a ser el determinante de si podés dedicarte a esto o no. Si no te gusta lo que implica estar activa para conseguir pacientes, dedicate a otra rama y trabajá en una institución. Redes sociales, página web, marketing local… la forma que más te guste. No creo que haya un único camino: el que te funcione y con el que te sientas cómoda, es el que va bien.

Pacientes

Acá hay dos universos: conseguirlos y mantenerlos. Dos espectros absolutamente distintos.

A grandes rasgos, los centros o instituciones se enfocan en conseguir gente nueva todo el tiempo, pero flaquean a la hora de conservar a ese paciente. No cultivan a los profesionales, lo que genera un recambio alto; y así, muchas veces, el paciente no se atiende con el mismo médico de una visita a otra.

En cambio, en los consultorios pequeños, el profesional logra mantener al paciente porque genera vínculo y confianza… pero se ocupa de tantas cosas al mismo tiempo que se olvida de algo vital: conseguir pacientes nuevos para que el local se mantenga a flote.

Nota final

No soy quién para decirte cómo. Siempre me gusta impulsar ir para adelante. Pero esto sí: para que no pierdas tiempo en decidir si la medicina estética es para vos o no, precisás honestidad brutal. De vos para vos. Y para eso tenés que conocerte y trabajarte. Somos un todo, y lo que pasa en el trabajo es lo mismo que pasa en casa.

Ojalá nos veamos en algún congreso de medicina estética.

Cariños,
Lu

Somos un todo

No es un cliché.
Esto que te voy a contar lo leíste mil veces, pero si le resuena a una sola persona que lea esto y puedo acompañarla a que vea algo nuevo, me voy a dar por realizada (aunque probablemente nunca lo sepa… y está bien así 😅). Eso sí, tampoco quiero aburrir a nadie, si solo querés leer qué necesitas para dedicarte a esto andá al título más abajo COMENZAR EN ESTÉTICA.

Hay una frase que siempre me acompañó: "Cuando el alumno está preparado, aparecen los maestros". Así que, si justo es tu caso, prepará el mate, porque allá vamos.

En medicina estética, el sistema está armado para que trabajes solo. Claro que se puede trabajar en equipo… pero ahí aparece el gran problema: muy pocos saben liderar un equipo de médicos sin que todos quieran huir. Las sociedades son complejas y, desde que arranqué, solo veo una constante: problemas y sociedades que se desarman.

¿Por qué?
Porque hay pocos médicos que hayan hecho trabajo personal. Me refiero a terapia psicológica, coaching o cualquier herramienta que te ayude a conocerte. No hay vuelta: somos uno.

¿Querés que te vaya bien en los negocios?
Andá a conocerte. Tu relación con el dinero es solo una más de las relaciones de tu vida.

  • ¿Estás conforme? Perfecto, seguimos.

  • ¿No lo estás? Cambiá. Así de simple.

No lo pienses más. Pensar está sobrevalorado cuando lo único que hacemos es dar vueltas. Las decisiones importantes se analizan, claro, pero en mi método hay un filtro muy básico:

  • Resultados positivos: sigo.

  • Resultados negativos: algo tengo que cambiar, me guste o no, sea cómodo o no.

Y hay algo que siempre me repito: No quiero ir en contra de mis intereses.
Si del otro lado de la incomodidad hay algo bueno para mí… ¿cómo no voy a ir? Si tengo que transitar dolor, lo hago. Si tengo que pasar vergüenza, también. No es porque sea de Aries (o tal vez sí 😏), es porque quiero estar mejor, quiero estar orgullosa de mí misma.

Esta es la historia que me cuento: no hay bien o mal, somos bichos jugando una partida que se llama vida. Desde que vi Matrix a los 7 años, me replanteo el escenario todo el tiempo.

Y parte de esta mirada es lo que me ayudó a construir un negocio rentable. Porque, aunque no sea la parte más instagrameable de la medicina estética, es la que sostiene todo lo demás.

Los papeles

Yo tengo la especialidad en Medicina Estética por la UBA.

¿Es necesario ser especialista para ejercer medicina estética?
No. El único título habilitante en Argentina es el de médico. Después… depende de la ética de cada profesional meterse en una rama que puede desconocer muchísimo.

¿La especialidad me dio los conocimientos que tengo hoy?
Tampoco.

Cuando yo cursé, no había un programa claro ni un orden académico sólido. Era una especialidad con un sueño enorme, un proyecto en construcción… y yo decidí seguirlo un tiempo. Nos llamaban “residentes” aunque nunca nos dieron un título de hospital. Y, sí: nosotros pagábamos.

Más tarde me llamaron “jefa de residentes”, después “instructora” y, por último, me dieron un cargo en el hospital… que tampoco era realmente un cargo formal en el servicio de medicina estética. Era un puesto que no iba a poder usar en ningún currículum. Entiendo que tal vez era la forma de hacer crecer el servicio en cuanto a sus “cupos”, pero yo no estaba dispuesta a sacrificarme por un sueño que quizás ni siquiera llegara a ver concretado. Ya había invertido mucho tiempo… y seguía sin papeles de nada.

No reniego de mi pasado: entendí siempre que era un sistema en construcción. Me sirvió para dos cosas que valoro muchísimo:

  1. Aprender a manejar grupos grandes (muchas chicas a cargo).

  2. Descubrir mi pasión por la docencia.

Dos habilidades que quizá hubiera desarrollado en años… y ahí las aprendí en modo intensivo.

¿Cómo hice mi experiencia?

Sola.
El examen más difícil es cuando estás frente a un paciente y no hay nadie más que te acompañe. Ahí sale todo a la cancha.

Siempre fui muy segura de lo que hacía. No “practiqué” con pacientes, porque ya sabía hacerlo: conocía la técnica, qué esperar, qué variables controlar. Lo único que no sabía era el resultado final (nadie lo sabe la primera vez), pero tenía claro que no iba a dañar.

Soy cauta, desconfiada.
Si ofrezco algo, es porque estoy convencida de que es bueno. Si no, hago otra cosa. No le debo nada a ningún laboratorio, nadie me obliga a atender a nadie. Duermo tranquila.

Entonces… ¿Por qué hice la especialidad?

Me recibí con 24 años en la UBA.
Un año lo dediqué a trabajar y, con 25, empecé un posgrado en la UBA (sí, muy chica y muy UBA 😏). No es que tenga algo en contra de las universidades privadas —de hecho, hoy sigo estudiando en la Universidad del Salvador—, pero la UBA me dio oportunidades que de otra manera no hubiera tenido.

En ese posgrado me di cuenta de que quería dedicarme a la estética… y era muy joven. Podía estar 40 años en el mercado tranquilamente, así que mi idea fue conseguir los títulos más oficiales que pudiera.

Con el diario del lunes, recomiendo esta opción solo a quienes tengan mucho tiempo disponible y puedan prescindir de ingresos durante tres años. El tiempo es finito: lo usás para formarte, para conseguir papeles o para hacer crecer tu negocio, porque lamentablemente muchos creen que esos papeles traen inexorablemente consigo un conocimiento, una formación… y no siempre es así.

Comenzar en estética

“Buenísimo, Lu: ya entendí qué papeles sirven, que la formación se construye como un rompecabezas… ahora: ¿cómo arranco?

Hay dos caminos:

  1. Arrancás sola y creás tu visión de consultorio de medicina estética.
    Útil si tenés (o estás dispuesta a desarrollar) habilidad comercial y criterio de gestión.

  2. Trabajás para un centro ya armado.
    Ideal para aprender el negocio desde adentro sin cargar con todo el riesgo operativo.

Primero: entendé el negocio

Hago un parate, porque acá es donde fracasan todos: creen que por saber medicina estética pueden abrir un consultorio y que “les va a ir bien”. No.

Saber anatomía, toxina y fillers no es saber de adquisición de pacientes, precios, flujo de caja, turnos, márgenes, experiencia del paciente, ventas y seguimiento. Son dos dimensiones distintas. Si las mezclás, se quema la torta.

Y hago una fe de erratas: no tengo ningún título en economía, finanzas o administración de empresas. No me las creo todas, ni loca. Estoy en constante crecimiento y sé que no crecí más porque no supe cómo. Es mi camino del héroe. Estoy conforme con dónde estoy y no tengo que llegar a ningún lado.

Parte de mi aprendizaje más fuerte hoy está en disfrutar el camino. Como te conté, soy resultadista… y es difícil disfrutar midiendo resultados.

Si trabajas para otro

Vas a aprender:

  • Gestión de pacientes.

  • Manejo de turnos.

  • Resolución de problemas a nivel consultorio.

  • Trabajo en equipo con pacientes.

  • Qué tratamientos tienen mayor demanda.

  • Cómo hacer promociones.

  • Cómo comunicar sobre el rubro.

  • Cómo incorporar técnicas o servicios nuevos.

  • Uso y gestión de insumos, materiales y productos.

  • Contacto con proveedores y vendedores de distintas marcas.

  • Y, si tenés suerte, el lugar incluso te acercará a un congreso o capacitación por ser parte del equipo.

Esto es lo que deberías ir a buscar. Es la opción lógica.

¿Por qué yo no lo hice?

Porque ya había trabajado para otro en estética. No en un consultorio médico, pero sí en algo similar durante todo un año. Nos obligaban a vender tratamientos de los que ni siquiera sabíamos si ofrecían resultados, y vi cómo pedían a otras chicas que simularan que un equipo funcionaba cuando en realidad no lo hacía. Era vender a toda costa, y me dio asco. Después trabajé un mes en un centro de estética famoso, con varios locales, donde tiraban las agujas en botellas y las cosmetólogas manejaban la luz pulsada en lugar de las médicas.

Ahí llegué al hartazgo y pensé: “Bueno… si lo quiero hacer bien, lo tengo que hacer sola”. Evidentemente, el mercado está corrupto. Y digo el mercado, porque la medicina estética no tiene la culpa. Al fin y al cabo, la responsabilidad médica es mía. Nadie me puede obligar a nada… aunque, ojo, muchos médicos creen que están obligados.

Si estás leyendo esto y te reconocés en esa situación: ¡salí de ahí, maravilla! Estudiamos demasiado como para que alguien que no tiene idea de lo que hacemos nos obligue a actuar en contra de nuestros principios. Las recomendaciones constructivas siempre son bienvenidas, y el médico no tiene la verdad absoluta. Sé que muchos han tenido experiencias nefastas con médicos prepotentes y pedantes, pero haceme un favor —y hacételo vos también, en pos de crecer—: no generalices. La medicina es una carrera más, con muchísimas médicas y médicos, y no todos somos iguales.

He visto a tantas médicas atravesar estas situaciones que hoy quiero ser esa pequeña voz que cuente su historia. Vuelvo: el médico no es dueño de la verdad, pero la responsabilidad siempre es de quien atiende. Y a un médico no se lo puede obligar a tomar un acto médico que no quiere.

Creo que con esto soy clara sobre la realidad que viven muchas médicas (y lo pongo en femenino porque somos mayoría) en CABA. Además, nuevamente: trabajar para otro no es garantía de conseguir todos los beneficios ideales de los que te hablé antes. ¿Y qué va a pasar? Vas a seguir posponiendo tu sueño y tu negocio.

Quiero dedicarme a esto. Al final te cuento qué determina que puedas ejercer o no esta rama de la medicina

Desde que arranqué este texto te cuento mi opinión sobre el tema. Así que, por favor, sensibles: controlarse.

Podés ser tu propia jefa sin personal a cargo. Al comienzo, vas a hacer todo: atención, gestión, comunicación. ¿Qué necesitás? Una oficina, habilitarla y listo. Que comience el juego.

¿Tenés una inversión bajísima? No hay problema: necesitás cubrir el alquiler de la oficina, los servicios, la gestión de residuos patológicos y unos descartables muy baratos.

Acá la clave es saber hacer lo que querés hacer. Podés tomar una capacitación integral, tipo posgrado, o especializarte solamente en un tema. Y ojo: acá es donde muchos pierden visión. No es lo mismo un médico que solo sabe aplicar toxina y rellenos que aquel que entiende los diferentes aspectos de los tratamientos de medicina estética: indicación, mecanismo, combinación, tiempos biológicos, manejo de complicaciones y límites.

Tengas o no el equipo, tengas o no el producto, necesitás entender. Yo, por ejemplo, hoy no tengo un láser fraccionado de CO₂, pero entiendo la tecnología, sé aplicarla, sé a quién le conviene y cómo integrarla con otros procedimientos. Si veo a un paciente con una complicación, seguramente pueda imaginar si fue o no consecuencia de ese tratamiento. La información es poder: cuanto más sabés —aunque decidas dedicarte solo a toxina—, mejor va a ser tu atención médica.

¿Y ahora? Ahora arranca otro mundo: la búsqueda de pacientes. Te adelanto que este va a ser el determinante de si podés dedicarte a esto o no. Si no te gusta lo que implica estar activa para conseguir pacientes, dedicate a otra rama y trabajá en una institución. Redes sociales, página web, marketing local… la forma que más te guste. No creo que haya un único camino: el que te funcione y con el que te sientas cómoda, es el que va bien.

Pacientes

Acá hay dos universos: conseguirlos y mantenerlos. Dos espectros absolutamente distintos.

A grandes rasgos, los centros o instituciones se enfocan en conseguir gente nueva todo el tiempo, pero flaquean a la hora de conservar a ese paciente. No cultivan a los profesionales, lo que genera un recambio alto; y así, muchas veces, el paciente no se atiende con el mismo médico de una visita a otra.

En cambio, en los consultorios pequeños, el profesional logra mantener al paciente porque genera vínculo y confianza… pero se ocupa de tantas cosas al mismo tiempo que se olvida de algo vital: conseguir pacientes nuevos para que el local se mantenga a flote.

Nota final

No soy quién para decirte cómo. Siempre me gusta impulsar ir para adelante. Pero esto sí: para que no pierdas tiempo en decidir si la medicina estética es para vos o no, precisás honestidad brutal. De vos para vos. Y para eso tenés que conocerte y trabajarte. Somos un todo, y lo que pasa en el trabajo es lo mismo que pasa en casa.

Ojalá nos veamos en algún congreso de medicina estética.

Cariños,
Lu

Somos un todo

No es un cliché.
Esto que te voy a contar lo leíste mil veces, pero si le resuena a una sola persona que lea esto y puedo acompañarla a que vea algo nuevo, me voy a dar por realizada (aunque probablemente nunca lo sepa… y está bien así 😅). Eso sí, tampoco quiero aburrir a nadie, si solo querés leer qué necesitas para dedicarte a esto andá al título más abajo COMENZAR EN ESTÉTICA.

Hay una frase que siempre me acompañó: "Cuando el alumno está preparado, aparecen los maestros". Así que, si justo es tu caso, prepará el mate, porque allá vamos.

En medicina estética, el sistema está armado para que trabajes solo. Claro que se puede trabajar en equipo… pero ahí aparece el gran problema: muy pocos saben liderar un equipo de médicos sin que todos quieran huir. Las sociedades son complejas y, desde que arranqué, solo veo una constante: problemas y sociedades que se desarman.

¿Por qué?
Porque hay pocos médicos que hayan hecho trabajo personal. Me refiero a terapia psicológica, coaching o cualquier herramienta que te ayude a conocerte. No hay vuelta: somos uno.

¿Querés que te vaya bien en los negocios?
Andá a conocerte. Tu relación con el dinero es solo una más de las relaciones de tu vida.

  • ¿Estás conforme? Perfecto, seguimos.

  • ¿No lo estás? Cambiá. Así de simple.

No lo pienses más. Pensar está sobrevalorado cuando lo único que hacemos es dar vueltas. Las decisiones importantes se analizan, claro, pero en mi método hay un filtro muy básico:

  • Resultados positivos: sigo.

  • Resultados negativos: algo tengo que cambiar, me guste o no, sea cómodo o no.

Y hay algo que siempre me repito: No quiero ir en contra de mis intereses.
Si del otro lado de la incomodidad hay algo bueno para mí… ¿cómo no voy a ir? Si tengo que transitar dolor, lo hago. Si tengo que pasar vergüenza, también. No es porque sea de Aries (o tal vez sí 😏), es porque quiero estar mejor, quiero estar orgullosa de mí misma.

Esta es la historia que me cuento: no hay bien o mal, somos bichos jugando una partida que se llama vida. Desde que vi Matrix a los 7 años, me replanteo el escenario todo el tiempo.

Y parte de esta mirada es lo que me ayudó a construir un negocio rentable. Porque, aunque no sea la parte más instagrameable de la medicina estética, es la que sostiene todo lo demás.

Los papeles

Yo tengo la especialidad en Medicina Estética por la UBA.

¿Es necesario ser especialista para ejercer medicina estética?
No. El único título habilitante en Argentina es el de médico. Después… depende de la ética de cada profesional meterse en una rama que puede desconocer muchísimo.

¿La especialidad me dio los conocimientos que tengo hoy?
Tampoco.

Cuando yo cursé, no había un programa claro ni un orden académico sólido. Era una especialidad con un sueño enorme, un proyecto en construcción… y yo decidí seguirlo un tiempo. Nos llamaban “residentes” aunque nunca nos dieron un título de hospital. Y, sí: nosotros pagábamos.

Más tarde me llamaron “jefa de residentes”, después “instructora” y, por último, me dieron un cargo en el hospital… que tampoco era realmente un cargo formal en el servicio de medicina estética. Era un puesto que no iba a poder usar en ningún currículum. Entiendo que tal vez era la forma de hacer crecer el servicio en cuanto a sus “cupos”, pero yo no estaba dispuesta a sacrificarme por un sueño que quizás ni siquiera llegara a ver concretado. Ya había invertido mucho tiempo… y seguía sin papeles de nada.

No reniego de mi pasado: entendí siempre que era un sistema en construcción. Me sirvió para dos cosas que valoro muchísimo:

  1. Aprender a manejar grupos grandes (muchas chicas a cargo).

  2. Descubrir mi pasión por la docencia.

Dos habilidades que quizá hubiera desarrollado en años… y ahí las aprendí en modo intensivo.

¿Cómo hice mi experiencia?

Sola.
El examen más difícil es cuando estás frente a un paciente y no hay nadie más que te acompañe. Ahí sale todo a la cancha.

Siempre fui muy segura de lo que hacía. No “practiqué” con pacientes, porque ya sabía hacerlo: conocía la técnica, qué esperar, qué variables controlar. Lo único que no sabía era el resultado final (nadie lo sabe la primera vez), pero tenía claro que no iba a dañar.

Soy cauta, desconfiada.
Si ofrezco algo, es porque estoy convencida de que es bueno. Si no, hago otra cosa. No le debo nada a ningún laboratorio, nadie me obliga a atender a nadie. Duermo tranquila.

Entonces… ¿Por qué hice la especialidad?

Me recibí con 24 años en la UBA.
Un año lo dediqué a trabajar y, con 25, empecé un posgrado en la UBA (sí, muy chica y muy UBA 😏). No es que tenga algo en contra de las universidades privadas —de hecho, hoy sigo estudiando en la Universidad del Salvador—, pero la UBA me dio oportunidades que de otra manera no hubiera tenido.

En ese posgrado me di cuenta de que quería dedicarme a la estética… y era muy joven. Podía estar 40 años en el mercado tranquilamente, así que mi idea fue conseguir los títulos más oficiales que pudiera.

Con el diario del lunes, recomiendo esta opción solo a quienes tengan mucho tiempo disponible y puedan prescindir de ingresos durante tres años. El tiempo es finito: lo usás para formarte, para conseguir papeles o para hacer crecer tu negocio, porque lamentablemente muchos creen que esos papeles traen inexorablemente consigo un conocimiento, una formación… y no siempre es así.

Comenzar en estética

“Buenísimo, Lu: ya entendí qué papeles sirven, que la formación se construye como un rompecabezas… ahora: ¿cómo arranco?

Hay dos caminos:

  1. Arrancás sola y creás tu visión de consultorio de medicina estética.
    Útil si tenés (o estás dispuesta a desarrollar) habilidad comercial y criterio de gestión.

  2. Trabajás para un centro ya armado.
    Ideal para aprender el negocio desde adentro sin cargar con todo el riesgo operativo.

Primero: entendé el negocio

Hago un parate, porque acá es donde fracasan todos: creen que por saber medicina estética pueden abrir un consultorio y que “les va a ir bien”. No.

Saber anatomía, toxina y fillers no es saber de adquisición de pacientes, precios, flujo de caja, turnos, márgenes, experiencia del paciente, ventas y seguimiento. Son dos dimensiones distintas. Si las mezclás, se quema la torta.

Y hago una fe de erratas: no tengo ningún título en economía, finanzas o administración de empresas. No me las creo todas, ni loca. Estoy en constante crecimiento y sé que no crecí más porque no supe cómo. Es mi camino del héroe. Estoy conforme con dónde estoy y no tengo que llegar a ningún lado.

Parte de mi aprendizaje más fuerte hoy está en disfrutar el camino. Como te conté, soy resultadista… y es difícil disfrutar midiendo resultados.

Si trabajas para otro

Vas a aprender:

  • Gestión de pacientes.

  • Manejo de turnos.

  • Resolución de problemas a nivel consultorio.

  • Trabajo en equipo con pacientes.

  • Qué tratamientos tienen mayor demanda.

  • Cómo hacer promociones.

  • Cómo comunicar sobre el rubro.

  • Cómo incorporar técnicas o servicios nuevos.

  • Uso y gestión de insumos, materiales y productos.

  • Contacto con proveedores y vendedores de distintas marcas.

  • Y, si tenés suerte, el lugar incluso te acercará a un congreso o capacitación por ser parte del equipo.

Esto es lo que deberías ir a buscar. Es la opción lógica.

¿Por qué yo no lo hice?

Porque ya había trabajado para otro en estética. No en un consultorio médico, pero sí en algo similar durante todo un año. Nos obligaban a vender tratamientos de los que ni siquiera sabíamos si ofrecían resultados, y vi cómo pedían a otras chicas que simularan que un equipo funcionaba cuando en realidad no lo hacía. Era vender a toda costa, y me dio asco. Después trabajé un mes en un centro de estética famoso, con varios locales, donde tiraban las agujas en botellas y las cosmetólogas manejaban la luz pulsada en lugar de las médicas.

Ahí llegué al hartazgo y pensé: “Bueno… si lo quiero hacer bien, lo tengo que hacer sola”. Evidentemente, el mercado está corrupto. Y digo el mercado, porque la medicina estética no tiene la culpa. Al fin y al cabo, la responsabilidad médica es mía. Nadie me puede obligar a nada… aunque, ojo, muchos médicos creen que están obligados.

Si estás leyendo esto y te reconocés en esa situación: ¡salí de ahí, maravilla! Estudiamos demasiado como para que alguien que no tiene idea de lo que hacemos nos obligue a actuar en contra de nuestros principios. Las recomendaciones constructivas siempre son bienvenidas, y el médico no tiene la verdad absoluta. Sé que muchos han tenido experiencias nefastas con médicos prepotentes y pedantes, pero haceme un favor —y hacételo vos también, en pos de crecer—: no generalices. La medicina es una carrera más, con muchísimas médicas y médicos, y no todos somos iguales.

He visto a tantas médicas atravesar estas situaciones que hoy quiero ser esa pequeña voz que cuente su historia. Vuelvo: el médico no es dueño de la verdad, pero la responsabilidad siempre es de quien atiende. Y a un médico no se lo puede obligar a tomar un acto médico que no quiere.

Creo que con esto soy clara sobre la realidad que viven muchas médicas (y lo pongo en femenino porque somos mayoría) en CABA. Además, nuevamente: trabajar para otro no es garantía de conseguir todos los beneficios ideales de los que te hablé antes. ¿Y qué va a pasar? Vas a seguir posponiendo tu sueño y tu negocio.

Quiero dedicarme a esto. Al final te cuento qué determina que puedas ejercer o no esta rama de la medicina

Desde que arranqué este texto te cuento mi opinión sobre el tema. Así que, por favor, sensibles: controlarse.

Podés ser tu propia jefa sin personal a cargo. Al comienzo, vas a hacer todo: atención, gestión, comunicación. ¿Qué necesitás? Una oficina, habilitarla y listo. Que comience el juego.

¿Tenés una inversión bajísima? No hay problema: necesitás cubrir el alquiler de la oficina, los servicios, la gestión de residuos patológicos y unos descartables muy baratos.

Acá la clave es saber hacer lo que querés hacer. Podés tomar una capacitación integral, tipo posgrado, o especializarte solamente en un tema. Y ojo: acá es donde muchos pierden visión. No es lo mismo un médico que solo sabe aplicar toxina y rellenos que aquel que entiende los diferentes aspectos de los tratamientos de medicina estética: indicación, mecanismo, combinación, tiempos biológicos, manejo de complicaciones y límites.

Tengas o no el equipo, tengas o no el producto, necesitás entender. Yo, por ejemplo, hoy no tengo un láser fraccionado de CO₂, pero entiendo la tecnología, sé aplicarla, sé a quién le conviene y cómo integrarla con otros procedimientos. Si veo a un paciente con una complicación, seguramente pueda imaginar si fue o no consecuencia de ese tratamiento. La información es poder: cuanto más sabés —aunque decidas dedicarte solo a toxina—, mejor va a ser tu atención médica.

¿Y ahora? Ahora arranca otro mundo: la búsqueda de pacientes. Te adelanto que este va a ser el determinante de si podés dedicarte a esto o no. Si no te gusta lo que implica estar activa para conseguir pacientes, dedicate a otra rama y trabajá en una institución. Redes sociales, página web, marketing local… la forma que más te guste. No creo que haya un único camino: el que te funcione y con el que te sientas cómoda, es el que va bien.

Pacientes

Acá hay dos universos: conseguirlos y mantenerlos. Dos espectros absolutamente distintos.

A grandes rasgos, los centros o instituciones se enfocan en conseguir gente nueva todo el tiempo, pero flaquean a la hora de conservar a ese paciente. No cultivan a los profesionales, lo que genera un recambio alto; y así, muchas veces, el paciente no se atiende con el mismo médico de una visita a otra.

En cambio, en los consultorios pequeños, el profesional logra mantener al paciente porque genera vínculo y confianza… pero se ocupa de tantas cosas al mismo tiempo que se olvida de algo vital: conseguir pacientes nuevos para que el local se mantenga a flote.

Nota final

No soy quién para decirte cómo. Siempre me gusta impulsar ir para adelante. Pero esto sí: para que no pierdas tiempo en decidir si la medicina estética es para vos o no, precisás honestidad brutal. De vos para vos. Y para eso tenés que conocerte y trabajarte. Somos un todo, y lo que pasa en el trabajo es lo mismo que pasa en casa.

Ojalá nos veamos en algún congreso de medicina estética.

Cariños,
Lu